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EDITORIAL - MARCELA del SOL (Chile/Australia)

  • Foto del escritor: CuchaRica Irreverente
    CuchaRica Irreverente
  • 26 jun 2019
  • 8 Min. de lectura

#4 Junio2019

Publicación original en y gracias a Revista El Ágora: www.elagora.net (suscríbanse!)


Estoy inmersa en una reunión familiar. Los hombres debaten sobre los partidos y encuentro prudente preguntar a que hora juegan las mujeres, pero nadie sabe…

Estos “pequeños” síntomas de segregación de género se pasean imperceptibles por lo cotidiano. Nadie apunta a la tácita diferenciación recién hecha, reflejo de un sistema que necesita urgentemente lidiar de manera efectiva, más allá de las innumerables discusiones, con las inequidades que entorpecen la sustentabilidad de una sociedad sana. El deporte entre ellos.


No debiese sorprender que los equipos que, hasta el momento, lideran este torneo -Francia, Alemania, Estados Unidos e Inglaterra- provienen de culturas en donde los derechos de la mujer han sido más respetados y los roles de género tradicionales descartados, a consecuencia de un entendimiento coherente a la realidad contemporánea.


Según un estudio publicado por US News, basado en la percepción de 9 mil mujeres, los mejores países este año en términos de respeto a los derechos humanos, equidad de género, calidad de ingresos económicos, progreso y seguridad para las mujeres, clasifica a Alemania en el lugar 10, a Inglaterra en el 13, a Francia como 14, Estados Unidos en la posición 16 y Chile (sorpresa-sorpresa), en el lugar 45.


Esto lleva a pensar que el acceso igualitario y justo es un beneficio que se extiende mas allá de un progreso económico: una mujer que habita un sistema social ecuánime, es una mujer con la oportunidad de desarrollar talentos de los cuales su nación se beneficia. Si la Roja femenina nos sorprende, incluso al término del partido que nos dejó fuera de carrera, su presencia profesional y el evidente esfuerzo incansable en la cancha superaron con creces la falta de recursos económicos y de infraestructura -lo que no ocurre con sus pares masculinos-, haciendo imperativo que este trabajo debe ser dignificado a través de la entrega de todas las herramientas adecuadas para un desarrollo profesionales. 


A pesar de esa realidad precaria -extrapolable a otras áreas, en donde las mujeres cargan estigmas sociales adjuntos al atrevimiento de romper patrones de conducta, una especie de mochila gigante con muchas responsabilidades y casi nulos derechos, también, insisto, en el deporte- fueron capaces de dejarnos boquiabiertos y orgullosos.


Imaginemos cuánto más podrían ejecutar si fuesen otorgadas las mismas oportunidades que los futbolistas, que no necesitan presentarse a ningún otro trabajo que aquel que les permite vestir de rojo y azul ni satisfacer necesidades materiales (algunas básicas), que interfieren con su progreso.



#3 29Mayo2019

Decir que el patriarcado ya no existe o que el feminismo ya no es necesario, dados los avances logrados, es tan ignorante como pretender que el racismo tampoco existe, que nunca hemos escuchado de la usurpación de trabajos o acerca de la culpabilizacion de ciertas conductas criminales a sectores específicos de la población inmigrante.


Intentar negar la existencia de estos fenómenos de opresión social que desafortunadamente se manifiestan en el micro tan frecuentemente, que sus practicas han sido adoptadas dentro de un espectro de conducta regular, hasta tornarse imperceptibles, es el equivalente directo a rechazar un sistema democrático.


El patriarcado exige el cumplimiento de reglas especificas, diseñadas por aquellos que manejan los poderes y, efectivamente, contribuyen al soslayamiento de la empatía: uno de los elementos imprescindibles para entender cuan urgente es desafiar, hasta derrocar, el status quo adjunto a los estereotipos de genero.


Es necesario entender que el patriarcado es un sistema en donde el poder aun le pertenece, mayoritariamente, al hombre, por gracia de la perpetuación del estereotipo designado a su genero: el hombre es interpretado como la figura de autoridad en los roles mas importantes de la comunidad. Es entendido y, mas fácilmente, confiado a conllevar liderazgos políticos, morales y económicos, casi sin perjuicio de su historia personal e incluso, implícitamente, se le determina mejores capacidades de control de propiedad, poder y pensamiento critico, sin cuestionar el hecho de que ha habido un abismo histórico entre las oportunidades casi innatamente cedidas a ellos versus la incansable lucha que diariamente la mujer debe sobrellevar para, simplemente, probar que sus talentos, teniendo un espacio de expresión, son iguales o mas amplios para liderar los mismos espacios, excepto en el caso de la moral, que es un asunto de persuasión, no de guía ni educación, como nos han convencido a entenderlo.


El liderazgo moral es absolutista y no responde a realidades contemporáneas, es entendida como virtud solo por quienes buscan perpetuar conductas arcaicas de esclavitud spiritual.


El patriarcado también se origina en algún lugar al que, por ser tan recóndito, el desarrollo emocional no pudo encontrar, instaurando la idea de que los talentos “brutos” son exclusivamente de los hombres.


El patriarcado es un sistema de jerarquizacion forzosa, directamente opuesto a la democracia porque se origina y alimenta en tradiciones elitistas auto complacientes: el mismo lugar en donde se ha ubicado a la mujer en roles de servicio, no de liderazgo.


Ayer, por novena vez, las compañeras Argentinas han abierto sus pañuelos verdes en tribunales.




#2 11Feb2019

Crédito fotografía de Marcela: Gabriela Rivera-Lucero


Abuelas, posiblemente la figura inaugural de nuestro linaje matriarcal, que recordamos con cierto grado de protagonismo: el inicio de la trenza histórica personal, olor a cocina y sabor a frustración. Es que haber sido mujer, aplastada con brutalidad irrefutable y evidente, por el hombre, no puede haber germinado en el corazón de una mujer, como otra cosa.


En tiempos donde alzamos las voces con menores resquemores, exigiendo no solo la recuperación de nuestros derechos, que aun continuar atesorados por el hombre, como si les perteneciesen, si no también la visibilización de aquellos sectores más profundamente olvidados, por la marginación multi-sistemática a la que han estado sujetos. Pero nos hemos olvidado de poner el rostro de las viejas, al lado de nuestras batallas: las abuelas, las que tejieron bufandas y nos llenaron el pecho con mentolatum en invierno.


Cuando la entrega se hace costumbre, la presencia, como importancia primaria, se desvanece.


En este artículo de #LaCucharaFeminista, he querido invitarnos a homenajear, a recordar con ímpetu, a aquellas viejas nuestras que, de muchas formas, nos educaron en cosas imposibles de clasificar formalmente.


Mis abuelas fueron extremadamente opuestas: Dely, madre de mi madre, era una mujer de belleza extraordinaria y fortaleza insuperable. Tuvo su primera hija, siendo soltera; un pecado ominoso en sus tiempos. Mi mamá nació dieciocho años después que su hermana; producto del matrimonio entre mi abuelita (o mamá grande) y mi Tata Alberto, siempre vestido de terno y boina.

Mi abuela fue una mujer de negocios, de comienzos pobres y esforzados. La Dely fue el sello de humildad y organización que debería tener el mundo. Dolorosamente patriarcal, entre seis nietos, fui su única nieta. Todavía sufro la devastación de que me llevase engañada a cortarme el pelo hasta las orejas, siendo muy pequeña.


A la Dely no le gustaban las muestras de feminidad y ha sido con el tiempo que he conjeturado acerca de sus convicciones que, lamentablemente, me pasean por escenarios dolorosos que permanecen en nuestra historia, aún hoy.


Mi abuela fue capaz de sostenernos a todos y de ayudar a sus hermanas, especialmente la menor, quien a pesar de haber parido hijos de tres hombres distintos, pareciese que nunca fueron responsables en ayudar con la carga agotadora de alimentar varios hijos. Mi abuela armaba cajas con mercaderías y ropas para ella, pagaba parcialmente la educación de mis primos mayores, siempre tenia plata en la chauchera para mi hermano y para mi, pero la Dely no llevaba sus zapatos a repararse: recuerdo leer las noticias en los pedazos de diario que tenían dentro, tapándoles los hoyos de las suelas.


Mi abuela paterna, Victoria (o Idalia, como todos le llamaban) fue una figura elegante, parada en el extremo opuesto a lo, tradicionalmente, materno. Una mujer ambiciosa y selectiva que creció en circunstancias de carencia, pero no excesivas. Altamente educada, maestra normalista y socialista, amiga de Salvador Allende, Idalia fue una mujer sobre cuyo cariño no puede hablar mucha gente. Madre de dos hijos y abuela de mi hermano y mía. Recuerdo su cara de disgusto cuando un día llegué a su casa, después del colegio, con una amiga negra. También recuerdo su llanto y la fuerza con que me abrazaba y agradecía mi presencia, las últimas veces que estuvimos juntas.


No pude despedirme de ellas. Me dejaron, pero jamás dejaré que se vayan. Hoy las recuerdo, como casi todos los días, especialmente cuando estoy abrumada por alguna tristeza que intenta anidarse en mi corazón y aunque llame sus nombres y me sirvan de consuelo los momentos lindos, el pedazo roto de vida mía que se fue con ellas, es irreparable.


Mi abuela

Pelo argento, nariz diminuta,

Labores grandiosas.

El Mercurio de Santiago dentro de los zapatos.


El precio de

un

par

nuevo

Rechazando el descenso

Al subterráneo precario

de la gente descartada.


Ella camina

Al almacén de la esquina

Huele a nietos y a batas descosidas,

Una bolsa plástica en sus manos

manitos arrugadas por pelar tanta papa,

Compra pan fresco.


Hay un espacio que deja el té dulce

En la guata,

El hambre, cuando sucede.


El sol ha crecido

Acostumbrado a abrazar su cintura,

Su falda, aún se va acostumbrando

El elástico ha cedido

Por pasearse bajo el calor tantas veces.


Lo sabe, pero no nos cuenta

La masa no es suficiente.

Delinda no sabe que el mundo esta a sus pies

(tal vez, si)

y que esta es razón de sobra

para que empiece a caminar con la cabeza altiva

¿O es que ha perdido en el asfalto su corona?


Si tuviese un par de Mary Janes con cintas rojas en las puntas

Yo no hubiese aprendido

otra cosa que doblar sábanas

y recalentar las empanadas del domingo.


Bebe su Ceylán de hoja

Con sus deditos desnudos descansando en el suelo

Como si fuesen sirenas en un muelle.


Cuatro cucharadas de azúcar

Una pizca de leche Svelty

Revuelve y revuelve

Como hacen con ella los miedos que son su sombra,


Tránsfuga la cabeza

En estas horas

Fija en invisibles memorias

Que siempre aparecen

en los rincones polvorientos de los cuadros de sus paredes.


Dely no contesta,

No se mueve,

Pienso que ha estado leyendo

El interior de sus zapatos,

Al desvestirse, a las nueve

Lee las tintas incoloras

Sabe que su mundo ya se duerme.



TE ESPERAMOS


Durante mucho tiempo, hemos mantenido un romance secreto con la idea de dar vida a algo que consideramos necesario: una mesa virtual en donde compartir una taza de algo, con muchas otras nuestras que necesitan ser oídas, con intención y entendimiento.


La sociedad patriarcal tiene infinitos recursos para disminuir la convicción acerca de nuestro propio valor humano.


Es ahi donde se crea y pervive la voz que continuamente, nos persuade a callar, a desvincularnos de nosotras mismas para encajar, para ser como aquello que nos han vendido como "aceptable": nos distraen del yo, nos perdemos hasta tal punto en que nos avergonzamos de ser. Silenciamos nuestras conductas y opiniones, nos desplazamos hacia lo "habitual", automática e implícitamente, desconectándonos de aquellas que andan igual de sometidas al disfraz con que nos ha vestido, históricamente, la tradición patriarcal.


Pues bien, este es el lugar en donde te queremos exactamente con las formas que te han adiestrado a esconder. Sacudámonos del polvo que se levanta de las ruinas que el macho ha dejado; despertemos. Yo también tengo esos miedos, lloro por las noches y me arrepiento de lo que no pude decir.


Queremos leerte, escucharte, verte. Celebramos quien eres y sabemos hasta donde podemos llegar: donde queramos.


Envíanos tu poesía, columna, historia, música, pintura, fotos, recetas, preguntas. No nos importa si tienes un largo camino establecido o vas de a poco, muy lentamente o todavía no sabes por donde empezar.


QUEREMOS SABER DE TI!


La Cuchara es una publicación ad honorem bisemanal, ocasionalmente actualizada con más frecuencia. Es una humilde presencia en lo virtual, con una garra gigante, porque es la voz de muchas.


Nuestra próxima vuelta, será el 11 de Febrero y, aunque nuestras puertas están abiertas de forma permanente para recibirte, las voces a ser publicadas, en nuestra ronda #2, deben ser enviadas hasta el 7 de Febrero a más tardar y deben adjuntar fotos de la autora, reseña biográfica, nombre o seudónimo. Enviándonos material, queda establecido que posees los derechos sobre ello y eres responsable de tus opiniones.

Solo mayores de 18 años.


Publicación del 11 de Febrero, es tema abierto, pero busca, también, material que honre a las abuelas (libre interpretación.)


Enviándonos material, queda establecido que posees los derechos sobre ello y eres responsable de tus opiniones. Solo mayores de 18 años.


GRACIAS a todas nuestras colaboradoras y colaboradorxs por el compromiso activo y real y su pasión.


NO APOYAMOS LA CENSURA.


ABAJO EL PATRIARCADO!




 
 
 

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